»El clamor de Hesbón llega hasta Elalé y Yahaza, su voz se alza desde Zoar hasta Joronayin y Eglat Selisiyá. Porque hasta las aguas de Nimrín se han secado.
«A la sombra de Hesbón se detienen exhaustos los fugitivos. De Hesbón sale un fuego; de la ciudad de Sijón, una llama que consume las sienes de Moab y el cráneo de los arrogantes y revoltosos.
Lloro por ti, viña de Sibmá, más que por Jazer; tus ramas sobrepasan el mar y llegan hasta Jazer, pero caerá el destructor sobre tu cosecha y sobre tu vendimia.
La gloria de Moab ha desaparecido; en Hesbón maquinan el mal contra ella: “¡Vengan, hagamos desaparecer a esta nación!”. También tú, Madmén, serás silenciada, y la espada te perseguirá.
»Les entregaste reinos y pueblos, y asignaste a cada cual su territorio. Conquistaron las tierras de Og y de Sijón, que eran reyes de Hesbón y de Basán.
Hace ya trescientos años que Israel ocupó a Hesbón y Aroer, con sus poblados y todas las ciudades en la ribera del Arnón. ¿Por qué no las recuperaron durante ese tiempo?
Así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel, acerca de Moab: «¡Ay de Nebo, porque será devastada! ¡Quiriatayin será capturada y puesta en vergüenza! ¡Su fortaleza será humillada y destruida!