Moisés dio a los israelitas la siguiente orden: «Esta es la tierra que se repartirá por sorteo. El Señor ha ordenado que sea repartida solo entre las nueve tribus y media,
La tierra deberán repartirla por sorteo, según sus clanes. La tribu más numerosa recibirá la heredad más grande, mientras que la tribu menos numerosa recibirá la heredad más pequeña. Todo lo que les toque en el sorteo será de ellos, y recibirán su heredad según sus familias patriarcales.
Así logró Josué conquistar toda aquella tierra, conforme a la orden que el Señor había dado a Moisés, y se la entregó como herencia al pueblo de Israel, según la distribución tribal. Por fin, aquella región descansó de las guerras.
Las tribus de José reprocharon a Josué: —¿Por qué nos has dado solo una parte del territorio? Nosotros somos numerosos y el Señor nos ha bendecido ricamente.
La sortearán como herencia entre ustedes y entre los extranjeros que habiten entre ustedes y hayan tenido hijos, a los cuales deberán considerar israelitas por nacimiento. Por tanto, estos extranjeros recibirán una herencia con ustedes entre las tribus de Israel.
Ellos dijeron: —Cuando el Señor le ordenó a usted repartir por sorteo la tierra entre los israelitas, también le ordenó entregar la heredad de nuestro hermano Zelofejad a sus hijas.