Entonces el Señor dijo a Moisés: «Toma a todos los jefes del pueblo y ahórcalos en mi presencia a plena luz del día, para que el furor de mi ira se aparte de Israel».
No te apropies de nada que haya sido destinado a la destrucción. De ese modo, el Señor alejará de ti el furor de su ira, te tratará con misericordia y compasión, y hará que te multipliques, tal como se lo juró a tus antepasados.
Ustedes vieron con sus propios ojos lo que el Señor hizo en Baal Peor, y cómo el Señor su Dios destruyó de entre ustedes a todos los que siguieron al dios de ese lugar.
Por eso pedimos que se nos entreguen siete hombres de los descendientes de Saúl, a quien el Señor escogió, para colgarlos en presencia del Señor en Guibeá de Saúl. —Se los entregaré —prometió el rey.
no dejarás el cuerpo colgado durante la noche, sino que lo sepultarás ese mismo día. Porque cualquiera que es colgado de un árbol está bajo la maldición de Dios. No contaminarás la tierra que el Señor tu Dios te da como herencia.
«Finés, hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón, ha hecho que mi ira se aparte de los israelitas, pues ha actuado con el mismo celo que yo habría tenido por mi honor. Por eso no destruí a los israelitas con el furor de mi celo.
David se los entregó a los gabaonitas y ellos los colgaron en un monte, en presencia del Señor. Los siete murieron juntos, ajusticiados en los primeros días de la siega, cuando se comenzaba a recoger la cebada.
¿Acaso no hemos aprendido ninguna lección del pecado de Peor, del cual todavía no nos hemos purificado? ¿Nada nos ha enseñado la desgracia que ha caído sobre tantos miembros del pueblo del Señor?
de que han surgido hombres perversos que descarrían a la gente y le dicen: «Vayamos a rendir culto a otros dioses» (dioses que ustedes no han conocido),
porque ellos también los atacaron a ustedes con sus artimañas, pues en Baal Peor los sedujeron, como en el caso de Cozbí, la hija del jefe madianita que fue muerta el día de la plaga en Baal Peor».