Balac dijo a Balán: —Por favor, ven conmigo, que te llevaré a otro lugar. Tal vez a Dios le parezca bien que los maldigas desde allí.
porque los regalos de Dios son irrevocables, como lo es también su llamamiento.
Si lo ha determinado el Señor de los Ejércitos, ¿quién podrá impedirlo? Si él ha extendido su mano, ¿quién podrá detenerla?
De nada sirven ante el Señor la sabiduría, la inteligencia y el consejo.
Muchos son los planes en el corazón de las personas, pero al final prevalecen los designios del Señor.
»Pero él es soberano; ¿quién puede hacerlo desistir? Lo que él quiere hacer, lo hace.
Entonces Balac dijo: —Por favor, ven conmigo a otro lugar. Desde allí podrás ver solo una parte del pueblo, no a todos ellos, y los maldecirás por mí.
»Yo, el Señor, no cambio. Por eso ustedes, descendientes de Jacob, no han sido exterminados.
Balán respondió: —¿Acaso no te advertí que yo repetiría todo lo que el Señor me ordenara decir?
Así que llevó a Balán hasta la cumbre del monte Peor, desde donde puede verse el desierto de Jesimón.
Te ruego que vengas y maldigas por mí a este pueblo, porque es más poderoso que yo. Tal vez así pueda yo vencerlos y echarlos fuera del país. Yo sé que a quien tú bendices queda bendito y a quien tú maldices queda maldito».