Toda buena dádiva y toda perfecta bendición descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y quien no cambia ni se mueve como las sombras.
Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades que nunca cambian y en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros.
Pues la visión se realizará en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimiento y no dejará de cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá.
Pero no daré rienda suelta a mi ira ni volveré a destruir a Efraín. Porque yo soy Dios y no hombre, el Santo está entre ustedes; y no iré contra sus ciudades».
Como si esto fuera poco, oh Dios, has hecho promesas a este tu siervo en cuanto al futuro de su casa. ¡Me has tratado como si fuera yo un hombre muy importante, Señor y Dios!
mientras que este llegó a serlo con el juramento de aquel que le dijo: «El Señor ha jurado, y no cambiará de parecer: “Tú eres sacerdote para siempre”».
Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido».
Yo soy el Señor y cumpliré al pie de la letra todo lo que anuncié contra esta perversa comunidad que se atrevió a desafiarme. En este desierto perecerán. ¡Morirán aquí mismo!
Sin embargo, el Señor es también sabio y traerá calamidad; y no se retractará de sus palabras. Se levantará contra la dinastía de los malvados, contra los que ayudan a los malhechores.
Del oriente llamo al ave de rapiña; de tierra distante, al hombre que cumplirá mi propósito. Lo que he dicho, haré que se cumpla; lo que he planeado, lo realizaré.
Vive en ese lugar por un tiempo. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré todas esas tierras. Así confirmaré el juramento que hice a tu padre Abraham.
El ayudante personal del rey respondió al hombre de Dios: —¡No me digas! ¡Aun si el Señor abriera las compuertas del cielo, no podría suceder tal cosa! —Pues lo verás con tus propios ojos —le advirtió Eliseo—, pero no llegarás a comerlo.
De este modo, se cumplió la palabra que el Señor le había dado a conocer a Jehú: «Durante cuatro generaciones tus descendientes ocuparán el trono de Israel».