“Aun si Balac me diera su palacio lleno de oro y de plata, yo no podría hacer nada bueno ni malo, sino ajustarme al mandamiento del Señor. Lo que el Señor me ordene decir, eso diré”.
Pero el ángel del Señor dijo a Balán: —Ve con esos hombres, pero limítate a decir solo lo que yo te mande. Y Balán se fue con los oficiales que Balac había enviado.
Porque has rugido contra mí y tu insolencia ha llegado a mis oídos, te pondré una argolla en la nariz y un freno en la boca. Además, por el mismo camino por donde viniste te haré regresar.