Sabes que nuestros antepasados fueron a Egipto, donde durante muchos años vivimos, y que los egipcios nos maltrataron a nosotros y a nuestros antepasados.
El Señor dijo a Abram: —Debes saber que tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años.
Este rey usó de artimañas con nuestro pueblo y oprimió a nuestros antepasados, obligándolos a dejar abandonados a sus hijos recién nacidos para que murieran.
¿Te parece poco habernos sacado de la tierra donde abundan la leche y la miel, para que ahora quieras matarnos en este desierto y dártelas de gobernante con nosotros?
Además, esos mismos capataces del faraón golpeaban a los jefes de cuadrilla israelitas que ellos mismos habían nombrado y les preguntaban: «¿Por qué ni ayer ni hoy cumplieron con su cuota de ladrillos como antes lo hacían?».
Desde Cades, Moisés envió emisarios al rey de Edom, con este mensaje: «Así dice tu hermano Israel: Tú conoces bien todas las dificultades que hemos encontrado.
También sabes que clamamos al Señor, y que él escuchó nuestra súplica y nos envió a un ángel que nos sacó de Egipto. »Ya estamos en Cades, población que está en las inmediaciones de tu territorio.
Siete días después, el niño murió. Los oficiales de David tenían miedo de darle la noticia, pues decían: «Si cuando el niño estaba vivo hablábamos al rey y no nos hacía caso, ¿qué locura no hará ahora si le decimos que el niño ha muerto?».