El Señor respondió: —Me pides que los perdone y los perdono.
Por eso, confiésense unos a otros sus pecados y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.
Dios amenazó con destruirlos, pero no lo hizo por Moisés, su escogido, quien se puso ante él en la brecha e impidió que su ira los destruyera.
Señor y Dios nuestro, tú les respondiste; fuiste para ellos un Dios perdonador, aun cuando castigaste sus iniquidades.
Así dice el Señor: «El pueblo que escapó de la espada ha hallado gracia en el desierto; Israel va en busca de su reposo».
Moisés respondió: —Dime cuándo quieres que ruegue por ti, por tus funcionarios y por tu pueblo. Las ranas se quedarán solo en el Nilo. Así tú y tus casas se librarán de ellas.
Entonces el Señor se calmó y desistió de hacer a su pueblo el daño que había sentenciado.