—¡Ahora estamos convencidos de que estás endemoniado! —exclamaron los judíos—. Abraham murió, y también los profetas, pero tú sales diciendo que, si alguno guarda tu palabra, nunca morirá.
Basta con que el discípulo sea como su maestro y el siervo como su amo. Si al jefe de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su familia!
Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros: »“Tocamos la flauta y ustedes no bailaron; cantamos por los muertos y ustedes no lloraron”.