Al regresar a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
Luego Jesús dijo al centurión: —¡Ve! Que todo suceda tal como has creído. Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.
Jesús dijo: —¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.
—¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija.
Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, comentó: —Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.
Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín.