Luego el diablo lo llevó a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie sobre la parte más alta del Templo y le dijo: —Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí.
El vestíbulo de la nave medía lo mismo que el ancho del templo; es decir, también medía veinte codos de largo y veinte codos de alto. Por dentro, Salomón lo recubrió de oro puro.