Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento; hacía tiempo que quería verlo por lo que oía acerca de él y esperaba presenciar algún milagro que hiciera Jesús.
El rey Herodes se enteró de esto, pues el nombre de Jesús se había hecho famoso. Algunos decían que Juan el Bautista había resucitado y por eso tenía poder para realizar milagros.
Jesús continuó: «Seguramente ustedes me van a citar el proverbio: “¡Médico, cúrate a ti mismo! Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm”.
Naamán se enfureció y se fue, quejándose: «¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría la piel de mi enfermedad!