Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza.
Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño.
Luego volvió adonde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —dijo a Pedro—.
Luego volvió a sus discípulos y los encontró dormidos. «Simón —dijo a Pedro—, ¿estás dormido? ¿No pudiste mantenerte despierto ni una hora?
Pero como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.
«¿Por qué están durmiendo? —les exhortó—. Levántense y oren para que no caigan en tentación».