—Les aseguro —respondió Jesús— que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Dichosos los siervos a quienes su señor encuentre pendientes de su llegada. Les aseguro que se ajustará la ropa, hará que los siervos se sienten a la mesa y él mismo se pondrá a servirles.
El ángel me dijo: «Escribe: “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!”». Y añadió: «Estas son las palabras verdaderas de Dios».
Como ovejas guiadas por la muerte, están destinados al sepulcro. Sus cuerpos se consumirán allí, lejos de sus mansiones suntuosas. Por la mañana los justos prevalecerán sobre ellos.
No hay nadie en mi familia paterna que no merezca la muerte en presencia de mi señor el rey. A pesar de eso, usted le concedió a este servidor suyo comer en la mesa real. ¿Qué derecho tengo de pedirle algo más a Su Majestad?