¡Ay del pastor inútil que abandona su rebaño! ¡Que la espada hiera su brazo y le saque el ojo derecho! ¡Que el brazo quede tullido y el ojo derecho, ciego!
Por eso, una vez más asombraré a este pueblo con prodigios maravillosos; perecerá la sabiduría de sus sabios, y se esfumará la inteligencia de sus inteligentes».
Levantada está, Señor, tu mano, pero ellos no la ven. ¡Que vean tu celo por el pueblo y sean avergonzados; que sean consumidos por el fuego destinado a tus enemigos!