Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.
Los pobres volverán a alegrarse en el Señor; los más necesitados se regocijarán en el Santo de Israel.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, eternamente y para siempre! Que todo el pueblo diga: «¡Amén!». ¡Aleluya!
Al oír esto, se apaciguaron y alabaron a Dios diciendo: —¡Así que también a los no judíos ha concedido Dios el arrepentimiento para vida!
Al instante recobró la vista. Entonces, glorificando a Dios, comenzó a seguir a Jesús y todos los que lo vieron daban alabanza a Dios.
Al ver esto, la multitud se llenó de temor y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales.
¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!
Predicaba de esta manera: «Después de mí viene uno más poderoso que yo; ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias.