Pero él respondió: —Les aseguro que, si ellos se callan, gritarán las piedras.
Por eso hasta las piedras del muro claman y resuenan las vigas del enmaderado.
Ustedes saldrán con alegría y serán guiados en paz. A su paso, las montañas y las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo y aplaudirán todos los árboles del bosque.
No piensen que podrán decir: “Tenemos a Abraham por padre”. Porque les digo que aun de estas piedras Dios es capaz de darle hijos a Abraham.
¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene!
Además, condenó a las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las redujo a cenizas, poniéndolas como escarmiento para los impíos.
Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde toda la tierra quedó en oscuridad.
Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella.