Cuando terminaron los días de su servicio, regresó a su casa.
Cada siete días, sus parientes que vivían en las aldeas se turnaban para ayudarlos.
Cuando por fin salió, no podía hablarles, así que se dieron cuenta de que allí había tenido una visión. Se podía comunicar solo por señas, pues seguía mudo.
Poco después, su esposa Elisabet quedó embarazada y se mantuvo recluida por cinco meses.