»¡Maldito sea el tramposo que, teniendo un macho aceptable en su rebaño, se lo dedica al Señor y luego le ofrece un animal mutilado! Porque yo soy el gran Rey —dice el Señor de los Ejércitos— y mi nombre es temido entre las naciones.
No lleves a la casa del Señor tu Dios dinero ganado en la prostitución ritual, tanto femenina como masculina; no pagues con ese dinero ninguna ofrenda prometida, porque unos y otros son abominables al Señor tu Dios.
No podrá cambiarse ni sustituirse un animal bueno por uno malo; tampoco un animal malo por uno bueno. Si se cambia un animal por otro, ambos quedarán consagrados.