que dijera a los israelitas: «Cuando una mujer conciba y dé a luz un niño, quedará impura durante siete días, como lo es en el tiempo de su menstruación.
Si alguien toca cualquier clase de impureza humana o de animal, o de algo detestable y luego come la carne ofrecida al Señor en el sacrificio de comunión, será eliminado de su pueblo».
Así mismo, cuando se cumplió el tiempo en que, según la Ley de Moisés, ellos debían purificarse, José y María llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor.