Entonces Moisés y los israelitas entonaron un cántico en honor del Señor, que decía: Cantaré al Señor, que se ha coronado de triunfo arrojando al mar caballos y jinetes.
Más tarde, todos los de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron a Jerusalén llenos de alegría porque el Señor los había librado de sus enemigos.
Después de consultar con el pueblo, Josafat designó a los que irían al frente del ejército para cantar al Señor y alabar la hermosura de su santidad con el cántico: «Den gracias al Señor, pues su gran amor perdura para siempre».