Cuando Aod terminó de presentárselo, se fue a despedir a los hombres que habían transportado el tributo.
Le presentó el tributo a Eglón, rey de Moab, que era muy gordo.
Pero luego se regresó desde las imágenes de piedra que estaban cerca de Guilgal y dijo: —Majestad, tengo un mensaje secreto para usted. —¡Silencio! —ordenó el rey. Y todos sus servidores se retiraron de su presencia.