Entonces Jesús afirmó: —Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, la hace también el Hijo.
Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!
Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo solo según lo que oigo y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad, sino cumplir la voluntad del que me envió.
¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre que está en mí, quien realiza sus obras.
Son muchas las cosas que tengo que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es veraz, y lo que le he oído decir es lo mismo que le repito al mundo.
Pero al ver que muchos fariseos y saduceos llegaban adonde él estaba bautizando, dijo: «¡Camada de víboras! ¿Quién les advirtió que huyeran del castigo que se acerca?