—Señor —rogó el funcionario—, baja antes de que se muera mi hijo.
y le suplicó con insistencia: —Mi hijita se está muriendo. Ven, pon tus manos sobre ella para que se sane y viva.
Yo soy pobre y necesitado; quiera el Señor tomarme en cuenta. Tú eres mi socorro y mi libertador; ¡no te demores, Dios mío!
—Ustedes nunca van a creer si no ven señales y prodigios —le dijo Jesús.
—Vuelve a casa que tu hijo vive —dijo Jesús. El hombre creyó lo que Jesús dijo y se fue.