Desde entonces, Pilato procuraba poner en libertad a Jesús, pero los judíos gritaban desaforadamente: —Si dejas en libertad a este hombre, no eres amigo del césar. Cualquiera que pretende ser rey se hace su enemigo.
—¡Así que eres rey! —le dijo Pilato. Jesús contestó: —Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.
Tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo mientras gritaban a voz en cuello: —¡Hosanna! —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! —¡Bendito el Rey de Israel!
¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, victorioso y humilde. Viene montado en un burro, en un burrito, cría de asna.
«Vienen días», afirma el Señor, «en que de la simiente de David haré surgir un Renuevo justo; él reinará con sabiduría en la tierra, y practicará el derecho y la justicia.
Y comenzaron la acusación con estas palabras: —Hemos descubierto a este hombre agitando a nuestra nación. Se opone al pago de impuestos al césar y afirma que él es el Cristo, un rey.