El muerto salió con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. —Quítenle las vendas y dejen que se vaya —dijo Jesús.
Les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque el sudario no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.
El Padre y yo somos uno.
Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place.
El que había estado muerto se incorporó y comenzó a hablar; luego Jesús se lo entregó a su madre.
»Del Señor vienen la muerte y la vida; a unos hace bajar al sepulcro y a otros los levanta.
Y dijo Dios: «¡Que haya luz!». Y la luz llegó a existir.
Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y sus dominios.
Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas.
Él dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de lo ocurrido y les mandó que dieran de comer a la niña.
»Yo los libraré del poder del sepulcro y los rescataré de la muerte. ¿Dónde están, oh muerte, tus plagas? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu destrucción? »¡No les tendré compasión!
porque él habló, todo fue hecho; dio una orden y todo quedó firme.
Inclinándose, se asomó y vio allí las vendas, pero no entró.
—Quiten la piedra —ordenó Jesús. Marta, la hermana del difunto, objetó: —Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.
»Llegó otro siervo y dijo: “Señor, aquí tiene su dinero; lo he tenido guardado, envuelto en un pañuelo.
Dicho esto, gritó con fuerza: —¡Lázaro, sal fuera!