Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Señalaron un día para reunirse con Pablo y acudieron en mayor número a la casa donde estaba alojado. Desde la mañana hasta la tarde estuvo explicándoles y testificándoles acerca del reino de Dios y tratando de convencerlos respecto a Jesús, partiendo de la Ley de Moisés y de los Profetas.
Lo que quiero decir es esto: la Ley, que vino cuatrocientos treinta años después, no anula el pacto que Dios había ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa.
Moisés convocó a todo Israel y dijo: Escuchen, israelitas, los estatutos y las leyes que yo les comunico hoy. Apréndanlos y procuren ponerlos en práctica.
Este mismo Moisés estuvo en la asamblea en el desierto, con el ángel que le habló en el monte Sinaí y con nuestros antepasados. Fue también él quien recibió palabras de vida para comunicárnoslas a nosotros.
Se ha acordado de su gran amor y de su fidelidad por el pueblo de Israel; ¡todos los confines de la tierra son testigos de la salvación de nuestro Dios!
—¡Así que eres rey! —le dijo Pilato. Jesús contestó: —Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.