—Tu esclava está en tus manos —contestó Abram—, haz con ella lo que bien te parezca. Y de tal manera comenzó Saray a maltratar a Agar que esta huyó de su presencia.
Yo estaba enojado con mi pueblo; por eso profané mi heredad. Los entregué en tu mano y no les tuviste compasión. Pusiste sobre los ancianos un yugo muy pesado.
—¡Estoy entre la espada y la pared! —respondió David—. Pero es mejor que caigamos en las manos del Señor, porque su compasión es grande, y no que yo caiga en las manos de los hombres.
Luego Gedeón fue y dijo a los hombres de Sucot: «Aquí están Zeba y Zalmuna, por causa de quienes se burlaron de mí al decir: “¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darles pan a tus hombres que están agotados?”».
Por lo tanto, el administrador del palacio, el gobernador de la ciudad, los jefes y los protectores enviaron este mensaje a Jehú: «Nosotros somos sus servidores, y haremos lo que usted nos diga. No haremos rey a nadie. Haga usted lo que mejor le parezca».