reuniré a todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat. Allí entraré en juicio contra los pueblos por lo que hicieron a Israel, pueblo de mi propiedad, pues lo dispersaron entre las naciones y se repartieron mi tierra.
Y ahora, por esa misma palabra, el cielo y la tierra están guardados para el fuego, reservados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos.
¡Toquen la trompeta en Sión; den la voz de alarma en mi santo monte! ¡Tiemblen todos los habitantes del país! Ya viene el día del Señor; en realidad, ya está cerca.
¡Escuchen! Se oye tumulto en las montañas, como el de una gran multitud. ¡Escuchen! Se oye un estruendo de reinos, de naciones que se han reunido. El Señor de los Ejércitos pasa revista a un ejército para la batalla.
Truena la voz del Señor al frente de su ejército; son innumerables sus tropas y poderosos los que ejecutan su palabra. El día del Señor es grande y terrible. ¿Quién lo podrá resistir?