«He pisado el lagar yo solo; ninguno de los pueblos estuvo conmigo. Los he pisoteado en mi enojo; los he aplastado en mi ira. Su sangre salpicó mis vestidos, y me manché toda la ropa.
Porque así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: «La hija de Babilonia es como una parcela en el momento en que se limpia el trigo; ¡ya le llega el tiempo de la cosecha!».
»En mi ciudad el Señor ha rechazado a todos los guerreros. Convocó un ejército contra mí, para despedazar a mis jóvenes. El Señor ha pisado como en un lagar a la virginal hija de Judá.
Miré y apareció una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien «con aspecto de un hijo de hombre». En la cabeza tenía una corona de oro y en la mano, una hoz afilada.
De su boca sale una espada afilada, con la que herirá a las naciones. «Las gobernará con cetro de hierro». Él mismo exprime uvas en el lagar para sacar el vino del furor del castigo que viene de Dios Todopoderoso.