Dejaron de combatir los guerreros de Babilonia; se escondieron en las fortalezas. Sus fuerzas se agotaron; se volvieron unos cobardes. Sus moradas fueron incendiadas y destrozados sus cerrojos.
¡Míralos! Son como la paja y el fuego los consumirá. Ni a sí mismos pueden salvarse del poder de las llamas. Aquí no hay brasas para calentarse ni fuego para sentarse ante él.
Porque así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: «La hija de Babilonia es como una parcela en el momento en que se limpia el trigo; ¡ya le llega el tiempo de la cosecha!».
se abrió una brecha en el muro de la ciudad, de modo que, aunque los babilonios la tenían cercada, todo el ejército se escapó. Salieron de noche por la puerta que estaba entre los dos muros, junto al jardín real. Huyeron camino al Arabá,