Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas se me acercó y me dijo: «Ven y te mostraré el castigo de la gran prostituta que está sentada sobre muchas aguas.
Te daré los tesoros de las tinieblas y las riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llama por tu nombre.
Por eso, así dice el Señor: «¡Mira! Voy a defender tu causa y llevaré a cabo tu venganza; voy a secar el agua de su mar y dejaré secos sus manantiales.
dijo a Noé: «He decidido acabar con toda la gente, pues por su causa la tierra está llena de violencia. Así que voy a destruir a la gente junto con la tierra.
Se echaron polvo en la cabeza, llorando y lamentándose a gritos: «¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad con cuya opulencia se enriquecieron todos los dueños de flotas navieras! ¡En una sola hora ha quedado destruida!
Llevados por la avaricia, estos falsos maestros se aprovecharán de ustedes con palabras engañosas. Desde hace mucho tiempo su condenación está preparada y su destrucción los acecha.
y me preguntó: «¿Qué ves, Amós?». «Una canasta de fruta madura», respondí. Entonces el Señor me dijo: «Ha llegado el tiempo de que Israel caiga como fruta madura; no volveré a perdonarlo.
El que acapara riquezas injustas es como una perdiz que empolla huevos que no puso. En la mitad de la vida las perderá y al final se mostrará como un insensato.
Así dice el Señor, su Redentor, el Santo de Israel: «Por ustedes enviaré gente a Babilonia; abatiré a todos como fugitivos. En los barcos que eran su orgullo, abatiré a los babilonios.