¡Ay de ti, Moab! ¡Estás destruido, pueblo de Quemós! Tu dios convirtió a tus hijos en fugitivos y a tus hijas en prisioneras de Sijón, rey de los amorreos.
«¡Gime, Hesbón, porque Hai ha sido destruida! ¡Griten, hijas de Rabá! ¡Vístanse de luto y hagan lamentación; corran de un lado a otro, dentro de los muros!, porque Moloc marcha al destierro, junto con sus sacerdotes y oficiales.
A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios. Él nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.
Pero ustedes sembraron maldad, cosecharon crímenes y comieron el fruto de la mentira, porque confiaron en sus carros y en la multitud de sus guerreros.
Voy a hacerlo así porque me han abandonado y adoran a Astarté, diosa de los sidonios, a Quemós, dios de los moabitas, y a Moloc, dios de los amonitas. No han seguido mis caminos, no han hecho lo que me agrada ni han cumplido mis estatutos y leyes como lo hizo David, su padre.
En la medida en que ella se entregó a la vanagloria y al arrogante lujo denle tormento y aflicción; porque en su corazón se jacta: “Estoy sentada como reina; no soy viuda ni sufriré jamás”.
Prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto; los quemará y los llevará cautivos. Sacudirá a Egipto, como un pastor que se sacude los piojos de la ropa, y luego se irá de allí en paz.
Fue en esa época cuando, en una montaña al este de Jerusalén, Salomón edificó un altar pagano para Quemós, el detestable dios de Moab, y otro para Moloc, el despreciable dios de los amonitas.