Por eso enviará el Señor, el Señor de los Ejércitos, una enfermedad devastadora sobre sus robustos guerreros. En vez de honrarlos, les prenderá fuego, un fuego como de llama ardiente.
Porque afirma: »“Esto lo hizo el poder de mi mano; lo hizo mi sabiduría porque soy inteligente. He cambiado las fronteras de los pueblos, he saqueado sus tesoros; como un guerrero poderoso he derribado a sus reyes.
»Así dice el Señor: »“Caerán los aliados de Egipto, se derrumbará el orgullo de su poder. Desde Migdol hasta Asuán caerán a filo de espada, afirma el Señor y Dios.
Tú, que habitas en las hendiduras de las rocas; tú, que ocupas las alturas de los montes: fuiste engañado por el terror que infundías y por el orgullo de tu corazón. Aunque pongas tu nido tan alto como el del águila, desde allí te haré caer», afirma el Señor.
Me fijé de nuevo que bajo el sol la carrera no la ganan los más veloces ni ganan la batalla los más valientes; tampoco los sabios tienen qué comer ni los inteligentes abundan en dinero, ni los instruidos gozan de simpatía; sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos.