Al oír el galope de sus corceles, el estruendo de sus carros y el estrépito de sus ruedas, los padres abandonan a sus hijos porque sus fuerzas desfallecen.
Desde Dan se escucha el resoplar de sus caballos; cuando relinchan sus corceles, tiembla toda la tierra. Vienen a devorarse el país y todo lo que hay en él, la ciudad y todos sus habitantes.
¡Ataquen, corceles! ¡Carros, avancen con furia! ¡Que marchen los guerreros! ¡Que tomen sus escudos los soldados de Cus y de Fut! ¡Que tensen el arco los soldados de Lidia!
Empuñan el arco y la lanza; son crueles y no tienen compasión. Lanzan gritos como bramidos del mar y cabalgan sobre sus corceles. ¡Vienen contra ti, hija de Babilonia, alineados para la batalla como un solo hombre!
Vendrán contra ti con armas, carros de guerra y carretas; mucho pueblo con armadura, escudos y cascos. Les encargaré que te juzguen, y te castigarán según sus costumbres.