Vístete de luto, pueblo mío; revuélcate en las cenizas. Llora amargamente, como lo harías por un hijo único, porque nos cae por sorpresa el que viene a destruirnos.
No les quedará más remedio que humillarse entre los cautivos o morir entre los masacrados. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; su mano aún sigue extendida.
Por eso se enciende la ira del Señor contra su pueblo, levanta la mano contra él y lo golpea; las montañas se estremecen, los cadáveres quedan como basura en medio de las calles. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; su mano aún sigue extendida.
Convertiré en luto sus fiestas religiosas y en cantos fúnebres todas sus canciones. Los vestiré de luto y afeitaré su cabeza. Será como si lloraran la muerte de un hijo único y terminarán el día en amargura.
¡Grita y gime, hijo de hombre, que la espada se perfila contra mi pueblo y contra todos los príncipes de Israel! Han sido arrojados contra la espada, lo mismo que mi pueblo. Por tanto, ¡golpéate el pecho!
La ardiente ira del Señor no pasará hasta que haya realizado del todo los propósitos de su corazón. Todo esto lo comprenderán ustedes al final de los tiempos.
Manasés se comerá a Efraín y Efraín a Manasés; entonces los dos juntos atacarán a Judá. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; su mano aún sigue extendida.
Por eso no se complacerá el Señor en los jóvenes; tampoco se apiadará de huérfanos y viudas, porque todos ellos son impíos y malvados; sus labios profieren necedades. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; su mano aún sigue extendida.
Los arameos en el este y los filisteos en el oeste se comieron a Israel de un solo bocado. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; su mano aún sigue extendida.
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Toma a todos los jefes del pueblo y ahórcalos en mi presencia a plena luz del día, para que el furor de mi ira se aparte de Israel».
«Fíjense ustedes, los que pasan por el camino: ¿Acaso no les importa? Miren si hay un sufrimiento comparable al mío, como el que el Señor me ha hecho padecer, como el que el Señor lanzó sobre mí en el día de su furor.
¡Vístanse de duelo y giman, sacerdotes! ¡Laméntense, ministros del altar! ¡Vengan, ministros de mi Dios, y pasen la noche vestidos de luto, porque las ofrendas de cereales y las ofrendas líquidas han sido suspendidas en la casa de su Dios!
Giman, pastores, y clamen; revuélquense en el polvo, jefes del rebaño, porque les ha llegado el día de la matanza; serán dispersados y caerán como carneros escogidos.