»¡Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor—, aunque Jeconías, hijo de Joacim y rey de Judá, sea un anillo en mi mano derecha, aun de allí lo arrancaré!
Joaquín, rey de Judá, se rindió, junto con su madre, sus servidores, oficiales y nobles. Así, en el año octavo de su reinado, el rey de Babilonia capturó a Joaquín.
En el día veintisiete del mes duodécimo del año treinta y siete del exilio de Joaquín, rey de Judá, Evil Merodac, rey de Babilonia, en el año primero de su reinado, indultó a Joaquín y lo sacó de la cárcel.
Después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joacim y rey de Judá, junto con los oficiales de Judá, los artesanos y herreros, el Señor me mostró dos canastas de higos colocadas frente al Templo del Señor.
¿Es Jeconías una vasija despreciable y rota, un objeto que nadie desea? ¿Por qué son arrojados él y su descendencia y echados a un país que no conocen?
Esta es la palabra del Señor que vino a Jeremías cuando el rey Sedequías envió a Pasur, hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maseías, a que le dijeran:
«Así dice el Señor, el Dios de Israel: “Ve y adviértele a Sedequías, rey de Judá, que así dice el Señor: ‘Voy a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia, quien la incendiará.