Nunca habías oído ni entendido; nunca antes se te había abierto el oído. Yo sé bien que eres muy traicionero y que desde tu nacimiento te llaman rebelde.
Judá ha sido infiel. En Israel y en Jerusalén se ha cometido algo detestable: al casarse con mujeres que adoran a un dios extraño, Judá ha profanado el santuario que el Señor ama.
El Señor me dijo: «Ve y vuelve a amar a tu esposa, aunque sea amante de otro y adúltera. Ámala como ama el Señor a los israelitas, aunque se hayan vuelto a otros dioses y se deleiten con las tortas de pasas consagradas que les ofrecen».
Desde los confines de la tierra oímos cantar: «¡Gloria al justo!». Pero yo digo: «¡Ay de mí! ¡Qué dolor me consume!». Los traidores traicionan, los traidores maquinan traiciones.
Tú, Señor, eres justo cuando argumento contigo. Sin embargo, quisiera exponerte algunas cuestiones de justicia. ¿Por qué prosperan los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores?