¡Ay del pastor inútil que abandona su rebaño! ¡Que la espada hiera su brazo y le saque el ojo derecho! ¡Que el brazo quede tullido y el ojo derecho, ciego!
Aunque Efraín prospere entre sus hermanos, vendrá el viento del Señor, el viento del este que se levanta del desierto y se agotarán sus fuentes y manantiales. ¡Serán saqueados sus tesoros y todos sus objetos preciosos!
Pero el Señor está conmigo como un guerrero poderoso; por eso los que me persiguen caerán y no podrán prevalecer, fracasarán y quedarán avergonzados. Eterna será su deshonra; jamás será olvidada.
Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas; nuestras iniquidades nos arrastran como el viento.
Nunca preguntaron los sacerdotes: “¿Dónde está el Señor?”. Los que se ocupaban de la Ley jamás me conocieron; los pastores se rebelaron contra mí, profetizaron en nombre de Baal y se fueron tras dioses que para nada sirven.
Por eso, así dice el Señor y Dios: «Mis siervos comerán, pero ustedes pasarán hambre; mis siervos beberán, pero ustedes sufrirán de sed; mis siervos se alegrarán, pero ustedes serán avergonzados.
¿Qué piensas hacer, ciudad devastada? ¿Para qué te vistes de color púrpura? ¿Para qué te pones joyas de oro? ¿Para qué te maquillas los ojos? En vano te embelleces, pues tus amantes te desprecian; solo buscan tu muerte.
Todos tus amantes te han olvidado; ya no se ocupan de ti. Por causa de tu enorme iniquidad, y por tus muchos pecados, te he golpeado como a un enemigo, te di un castigo cruel.
Efraín se alimenta de viento: todo el día va tras el viento del este y multiplica la mentira y la violencia. Hace pactos con Asiria, y a Egipto le da aceite como tributo».