El suelo está agrietado, porque no llueve en la tierra. Decepcionados están los agricultores, con la cabeza cubierta.
Laméntense ustedes, agricultores; giman, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se ha perdido la cosecha de los campos.
Por eso se demoraron las lluvias y no llegaron los aguaceros de primavera. Tienes el descaro de una prostituta; ¡no conoces la vergüenza!
La semilla se secó debajo de los terrones. Los silos están en ruinas y los graneros derribados porque la cosecha se perdió.
Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre, donde nada podrá plantarse, nada germinará y ni siquiera la hierba crecerá. Será como cuando el Señor destruyó con el furor de su ira las ciudades de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín.
Saldrás de allí con las manos en la cabeza, porque el Señor ha rechazado a aquellos en quienes confías, y no prosperarás con ellos.
Vagando de ciudad en ciudad, iba la gente en busca de agua, pero no calmaba su sed. Con todo, ustedes no se volvieron a mí», afirma el Señor.
»Si después de todo esto siguen sin obedecerme, siete veces los castigaré por sus pecados.