«Por eso su camino será resbaladizo; serán empujados a las tinieblas, y en ellas se hundirán. Yo traeré sobre ellos una calamidad en el año de su castigo», afirma el Señor.
El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino. Pero ya viene el día de su confusión; ¡ya se acerca el día de tu castigo anunciado por tus centinelas!
Han llegado los días del castigo, han llegado los días de la retribución. ¡Que lo sepa Israel! Es tan grande tu maldad y tan intensa tu hostilidad, que al profeta se le tiene por necio, y al hombre inspirado, por loco.
«El que huya del terror caerá en la fosa; el que salga de la fosa caerá en la trampa; porque yo hago venir sobre Moab el tiempo de su castigo», afirma el Señor.
Los mercenarios en sus filas son como becerros engordados; también ellos se vuelven atrás; todos juntos huyen sin detenerse, porque ha llegado el día de su ruina, el momento de su castigo.
Pero yo era como un manso cordero que es llevado al matadero; no sabía lo que estaban maquinando contra mí y que decían: «Destruyamos el árbol con su fruto, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, para que nadie recuerde más su nombre».
¿Acaso se han avergonzado de la abominación que han cometido? ¡No, no se han avergonzado de nada y ni siquiera saben lo que es la vergüenza! Por eso, caerán con los que caigan; cuando los castigue, serán derribados”, dice el Señor.
Los descendientes de Jacob serán fuego y los de José, llama; pero la casa real de Esaú será paja: le pondrán fuego y la consumirán de tal forma que no quedará sobreviviente entre los descendientes de Esaú». El Señor lo ha dicho.