Todos sus devotos quedarán avergonzados; ¡simples mortales son los artesanos! Que todos se reúnan y comparezcan; ¡aterrados y avergonzados quedarán todos ellos!
Sus ídolos no pueden hablar; ¡parecen espantapájaros en un huerto de pepinos! Tienen que ser transportados, porque no pueden caminar. No les tengan miedo, porque no les pueden hacer ningún mal, pero tampoco ningún bien».
Pero al día siguiente, cuando se levantaron, volvieron a encontrar la estatua tirada en el suelo, boca abajo, frente al arca del Señor. Sobre el umbral estaban su cabeza y sus dos manos, separadas del tronco.