El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos.
»Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca. Una estrella saldrá de Jacob; un cetro surgirá en Israel. Aplastará las sienes de Moab y el cráneo de todos los hijos de Set.
Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros y se le darán estos nombres: Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Cruzarán el mar de la angustia, pero yo golpearé sus olas y las profundidades del Nilo se secarán. Abatiré el orgullo de Asiria y pondré fin al dominio de Egipto.
¡Ruinas, ruinas, todo lo convertiré en ruinas! Esto no sucederá hasta que venga aquel a quien le asiste el derecho y a quien pediré que establezca la justicia”.
Tocó el séptimo ángel su trompeta y en el cielo resonaron fuertes voces que decían: «El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos».
«En aquel día, muchas naciones se unirán al Señor. Ellas serán mi pueblo y yo habitaré entre ellas. Así sabrán que el Señor de los Ejércitos es quien me ha enviado a ustedes.
De entre ellos surgirá su líder; uno de ellos será su gobernante. Lo acercaré hacia mí y él estará a mi lado, pues ¿quién arriesgaría su vida por acercarse a mí?”, afirma el Señor.
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! —vociferaron. —¿Acaso voy a crucificar a su rey? —respondió Pilato. —No tenemos más rey que el césar —contestaron los jefes de los sacerdotes.
He aquí lo que el Señor ha proclamado hasta los confines de la tierra: «Digan a la hija de Sión: “¡Ahí viene tu Salvador! Trae su premio consigo; su recompensa lo acompaña”».
En los últimos días, el monte del Templo del Señor será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las colinas y hacia él correrán todas las naciones.
Tanto la gente que iba delante de él como la que iba detrás gritaba: —¡Hosanna al Hijo de David! —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! —¡Hosanna en las alturas!
Mientras estaba aún hablando, apareció una nube luminosa que los envolvió y de la cual salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!».
»”Entiende bien lo siguiente: Habrá siete semanas desde la promulgación del decreto que ordena la reconstrucción de Jerusalén hasta la llegada del Príncipe Ungido. Luego habrá sesenta y dos semanas más. Entonces será reconstruida Jerusalén, con sus calles y trincheras, pero en tiempos difíciles.
De una de sus ramas brotó un fuego y consumió sus frutos. ¡No queda en ella una rama vigorosa, apta para ser cetro de gobernante!”. Este es un lamento y debe entonarse como tal».
Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo.
Desde entonces, Pilato procuraba poner en libertad a Jesús, pero los judíos gritaban desaforadamente: —Si dejas en libertad a este hombre, no eres amigo del césar. Cualquiera que pretende ser rey se hace su enemigo.
—Pues llévenselo ustedes y júzguenlo según su propia ley —les dijo Pilato. —Nosotros no tenemos ninguna autoridad para ejecutar a nadie —objetaron los judíos.
Sus ramas crecieron vigorosas, ¡aptas para ser cetros de reyes! Tanto creció que se destacaba por encima del follaje. Se le reconocía por su altura y por sus ramas frondosas.
No compartirá el hijo que acaba de parir, ni su placenta, sino que se los comerá en secreto, pues será lo único que le quede. ¡Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades!
entonces habría rechazado a los descendientes de Jacob y de mi siervo David; no habría escogido a uno de su linaje para gobernar sobre la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob. ¡Pero yo haré volver a sus cautivos y les tendré compasión!”».