—Son los hijos que Dios me ha concedido aquí —respondió José a su padre. Entonces Israel dijo: —Acércalos, por favor, para que les dé mi bendición.
Prepárame luego un buen guiso, como a mí me gusta, y tráemelo para que me lo coma. Entonces yo mismo te bendeciré antes de morir.
Luego Esaú alzó la vista y, al ver a las mujeres y a los niños, preguntó: —¿Quiénes son estos que te acompañan? —Son los hijos que Dios ha concedido a tu siervo —respondió Jacob.
Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró apoyándose en la punta de su bastón.
Aquí me tienen, con los hijos que el Señor me ha dado. Somos en Israel señales y presagios del Señor de los Ejércitos, que habita en el monte Sión.
Los hijos son una herencia del Señor, el fruto del vientre es una recompensa.
Todos estos fueron hijos de Hemán, vidente del rey. Con la palabra de Dios exaltaban su poder. Dios dio a Hemán catorce hijos y tres hijas.
Este es el niño que yo pedí al Señor, y él me lo concedió.
Ana concibió y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Al Señor se lo pedí».
Antes de su muerte, Moisés, hombre de Dios, bendijo a los israelitas.
Estas son las doce tribus de Israel y esto es lo que su padre dijo cuando impartió a cada una de ellas su bendición.
Pero Jacob se enojó muchísimo con ella y dijo: —¿Acaso crees que soy Dios? ¡Es él quien te ha hecho estéril!