Como José les hablaba por medio de un intérprete, ellos no sabían que él entendía todo lo que estaban diciendo.
Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: «En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios».
Será mejor que bajemos a confundir su idioma para que ya no se entiendan entre ellos mismos».
Entonces habló Rubén: —Yo les advertí que no le hicieran daño al muchacho, pero no me hicieron caso. ¡Ahora tenemos que pagar el precio de su sangre!
José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego volvió y habló con ellos, apartó a Simeón y ordenó que lo ataran en presencia de ellos.
Además, ustedes y mi hermano Benjamín son testigos de que yo mismo lo he dicho.