En cambio, los gobernadores que me precedieron habían impuesto cargas sobre el pueblo, y cada día les habían exigido comida y vino por un valor de cuarenta siclos de plata. También sus criados oprimían al pueblo. En cambio yo, por temor a Dios, no hice eso.
Yo añadí: —Lo que están haciendo ustedes es incorrecto. ¿No deberían caminar en el temor de Dios y evitar así el reproche de los paganos, nuestros enemigos?
En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?
Elige tú mismo entre el pueblo hombres capaces y temerosos de Dios, que amen la verdad y aborrezcan las ganancias mal habidas, y nómbralos como oficiales sobre mil, cien, cincuenta y diez personas.