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Referencias Cruzadas

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Génesis 39:9

Biblia Nueva Versión Internacional 2022

En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios?

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34 Referencias Cruzadas  

—¡He pecado contra el Señor! —reconoció David ante Natán. —El Señor ha perdonado ya tu pecado y no morirás —contestó Natán—.

Al tercer día les dijo: —Yo soy un hombre temeroso de Dios. Hagan lo siguiente y salvarán su vida.

—Sí, ya sé que has hecho todo esto con tu conciencia tranquila —le respondió Dios en el sueño—; por eso no te permití tocarla, para que no pecaras contra mí.

Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios.

En cambio, el que no la conoce y hace algo que merezca castigo recibirá pocos golpes. A todo el que se le ha dado mucho se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho se le pedirá aún más.

Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa y tu juicio, irreprochable.

Ahora bien, a los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza.

Todos los que lo encuentran lo devoran. “No somos culpables —decían sus enemigos—, porque ellos pecaron contra el Señor; ¡él es pastizal de justicia, esperanza de sus antepasados!”.

Por eso, así dice el Señor: “Voy a hacer que desaparezcas de la faz de la tierra. Puesto que has incitado a la rebelión contra el Señor, este mismo año morirás”.

Siempre he sido temeroso del castigo de Dios; ¡ante su majestad no podría resistir!

Después del luto, David mandó que se la llevaran al palacio y la tomó por esposa. Con el tiempo, ella le dio un hijo. Sin embargo, lo que David había hecho desagradó al Señor.

»Pero si se niegan, estarán pecando contra el Señor. Y pueden estar seguros de que no escaparán de su pecado.

«Si alguien comete una falta y peca contra el Señor al defraudar a su prójimo en algo que se dejó a su cuidado, o si roba u oprime a su prójimo despojándolo de lo que es suyo,

Pero el que comete adulterio es falto de juicio; el que así actúa se destruye a sí mismo.

En cambio, los gobernadores que me precedieron habían impuesto cargas sobre el pueblo, y cada día les habían exigido comida y vino por un valor de cuarenta siclos de plata. También sus criados oprimían al pueblo. En cambio yo, por temor a Dios, no hice eso.

Pero afuera se quedarán los perros, los que practican las artes mágicas, los que cometen inmoralidades sexuales, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira.

Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales.

No deben robarles, sino demostrar que son dignos de toda confianza, para que en todo hagan honor a la enseñanza de Dios nuestro Salvador.

Pues tampoco quien se acuesta con la mujer ajena puede tocarla y quedar impune.

Pero yo respondí: «¡Yo no soy de los que huyen! ¡Los hombres como yo no corren a esconderse en el Templo para salvar la vida! ¡No me esconderé!».

»Si alguien comete adulterio con la mujer de su prójimo, tanto el adúltero como la adúltera serán condenados a muerte.

Quedarás a cargo de mi palacio y todo mi pueblo cumplirá tus órdenes. Solo respecto al trono yo tendré más autoridad que tú.

Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican artes mágicas, los idólatras y todos los mentirosos recibirán como herencia el lago de fuego y azufre. Esta es la segunda muerte».

Un día, Abraham dijo al criado más antiguo de su casa, que era quien administraba todos sus bienes: —Pon tu mano debajo de mi muslo

Pero aquella noche Dios apareció a Abimélec en sueños y le dijo: —Puedes darte por muerto a causa de la mujer que has tomado, porque ella es casada.

Los habitantes de Sodoma eran malvados y cometían muy graves pecados contra el Señor.

Entonces Abimélec llamó a Abraham y reclamó: —¡Qué nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, que has traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi reino? ¡Lo que me has hecho no tiene nombre!

Y por más que ella lo acosaba día tras día para que se acostara con ella y le hiciera compañía, José se mantuvo firme en su rechazo.

Y encontré algo más amargo que la muerte: la mujer que es una trampa, su corazón es una red y sus brazos son cadenas. Quien agrada a Dios se librará de ella, pero el pecador caerá en sus redes.




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