Entonces la mujer de Potifar lo agarró del manto y rogó: «¡Acuéstate conmigo!». Pero José, dejando el manto en manos de ella, salió corriendo de la casa.
Huye de las malas pasiones de la juventud y esmérate en seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los que invocan al Señor con un corazón limpio.
Y encontré algo más amargo que la muerte: la mujer que es una trampa, su corazón es una red y sus brazos son cadenas. Quien agrada a Dios se librará de ella, pero el pecador caerá en sus redes.
Pero José no quiso saber nada, sino que contestó: —Mire, señora: mi amo ya no tiene que preocuparse de nada en la casa, porque todo me lo ha confiado a mí.