Más tarde, Judá envió el cabrito por medio de su amigo adulamita para recuperar las prendas que había dejado con la mujer; pero su amigo no dio con ella.
Entonces Abimélec llamó a Abraham y reclamó: —¡Qué nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, que has traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi reino? ¡Lo que me has hecho no tiene nombre!
Entonces preguntó a la gente del lugar: —¿Dónde está la prostituta del santuario de Enayin, la que se sentaba junto al camino? —Aquí nunca ha habido una prostituta así —le contestaron.