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Referencias Cruzadas

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Génesis 33:9

Biblia Nueva Versión Internacional 2022

—Hermano mío —repuso Esaú—, ya tengo más que suficiente. Quédate con lo que te pertenece.

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13 Referencias Cruzadas  

Entonces su padre dijo: «Vivirás lejos de las riquezas de la tierra, lejos del rocío que cae del cielo.

Hermano, tu amor me ha alegrado y animado mucho porque has reconfortado el corazón de los creyentes.

ya no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido, muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor.

Al oírlo, alabaron a Dios. Luego dijeron a Pablo: «Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han creído, y todos ellos siguen aferrados a la Ley.

Ananías se fue y cuando llegó a la casa, le impuso las manos a Saulo y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo».

Vi a un hombre solitario, sin hijos ni hermanos. Nunca dejaba de afanarse; ¡jamás le parecían demasiadas sus riquezas! «¿Para quién trabajo tanto», se preguntó, «y me abstengo de las cosas buenas?». ¡También esto es vanidad y una penosa tarea!

Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre, hasta con sus enemigos lo reconcilia.

pues habían subido a llorar en presencia del Señor hasta el anochecer y le habían consultado: —¿Debemos subir y volver a luchar contra los de Benjamín, nuestros hermanos? Y el Señor les había contestado: —Suban contra ellos.

A partir de ese momento, Esaú guardó un profundo rencor hacia su hermano por causa de la bendición que le había dado su padre y pensaba: «Ya falta poco para que hagamos duelo por mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob».

El Señor preguntó a Caín: —¿Dónde está tu hermano Abel? —No lo sé —respondió—. ¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano?

»La sanguijuela tiene dos hijas que solo dicen: “Dame, dame”. »Tres cosas hay que nunca se sacian y una cuarta que nunca dice “¡Basta!”:

Gracias a tu espada, vivirás y servirás a tu hermano. Pero, cuando te impacientes, te librarás de su yugo».

—No, por favor —insistió Jacob—; si he logrado que me trates bien, acepta este presente que te ofrezco. Ya que me has recibido tan bien, ¡ver tu rostro es como ver a Dios mismo!




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